"Gerhard Tersteegen"
"EL RECLUSO SOLICITADO"
No fue pequeño el revuelo ocasionado en Mülheim, cuando el joven mercader mercader Gerhard Tersteegen se retiró de sus negocios y se alojó en una aislada cabaña para buscar a Dios. Por algunos años sus familiares y amigos dejaron al joven de veintidos años dedicarse a su extraña búsqueda. Muchos cientos de años antes, otro joven había dejado su activa vida en la ciudad de Jerusalén, para trasladarse al desierto de Arabia en donde él también sería iniciado en las cosas profundas de Dios. Y Gerhard Tersteegen, como San Pablo, habría de compartir los secretos que aprendería en su "Arabia", con las almas cargadas por el pecado, sufrientes, hambrientas e insatisfechas. Estas almas anhelaban alimento espiritual, en lugar de la racionalización intelectual de un ministerio formal.
Gerhard habría dado como razón para escapar de los contactos sociales y de negocios, la convicción de que su barca era demasiado frágil para enfrentar con éxito las corrientes del mundo que lo rodeaban. Sus siete hermanos y hermanas, con excepción de uno que había ingresado al ministerio, estaban determinados a hacer dinero. Cuando este miembro más joven de su familia volvió la espalda a las buenas oportunidades de negocios para vivir de una manera simple y frugal, se sintieron tan mortificados que su nombre no volvio a mencionarse entre ellos. Cuando su madre murió, ni siquiera se le invitó a la reunión en la que la familia dividió los vienes.
El padre del joven, Heinrich Tersteegen, murió cuando él era un niño muy pequeño. Era un mercader piadoso y miembro de la Iglesia Reformada. Cartas encontradas después de su muerte revelaron que el estuvo en contacto con el movimiento espiritual que estaba tomando ímpetu en su tiempo.
Gerhard nacio en Möhr, en el Valle de Rin en 1697, justo 6 años antes del advenimiento de John Wesley a la Rectoría Epworth en Inglaterra. En la época de su nacimiento Alemania estaba sufriendo aún de la debastación que resultó del conflicto de treinta años entre protestantes y católicos. Doce millones de su población murieron durante este período de derramamiento de sangre. Aldeas enteras habían sido saqueadas y quemadas, campos y huertos permanecían asolados. En Leipsig en 1686, ni una sola Biblia o Nuevo Testamento podía encontrarse en librería alguna. La Iglesia Reformada había llegado a ser denominada "La Iglesia Deformada", y la Iglesia Luterana había sucumbido en ritos y ceremonias muertas, al grado de que quienes buscaban revivir la vida espiritual eran considerados herejes.
Sin embargo, Dios tenía Sus testigos, antorchas encendidas con fuego divino que iban a ilumina esta oscuridad. Labardie, Spener, Hockmann y otros, intentaron conducir el apático populacho hacia un entendimiento de su necesidad. Ellos estaban empeñados en trasladar la religión de la helada región de la cabeza, al clima cálido del corazón, e iban a todos lados tratando de formar una iglesia dentro de la Iglesia, al establecer reuniones de oración y estudios bíblicos.
Estos mensajes proclamaron 4 doctrinas destacadas: 1) La Auto-renuncia- La rendición completa de la propia voluntad ante la voluntad de Dios. 2) La continua actividad del Espíritu de Dios de todos los creyentes y la unión íntima posible entre Dios y el hombre. 3) La inutilidad de toda religión que se base en el temor o en la esperanza de recompensa. 4) La igualdad esencial entre los laicos y el clero; aunque en pro del orden y la disciplina, sea necesaria la organización de la iglesia.
Mülheim (sede de fábrica de textiles) había sido uno de los centros de los cuales irradió esta bendición espiritual. Labardie estableció su residencia allí y había trabajado por el bienestar del lugar. William Hoffman, un joven estudiante de teología profundamente espiritual, que habría de influir en Gerhard, también residía allí. Como Hoffman favorecía la causa de los "pietistas", los clérigos recelaban de él pues temían que pudiera arrastrar miembros fuera de la Iglesia Establecida.
En la providencia de Dios, Mülheim iba a ser el lugar donde Gerhard viviría la mayor parte de su vida. Pero debemos regresar a la caminata espiritual del joven, para poder seguir sus pasos más de cerca. Tras terminar sus estudios en la escuela secundaria, donde se había distinguido por su aplicación al estudio y por una aptitud natural para los idiomas se vio forzado a desistir de la idea de obtener mayor educación. Las difíciles circunstancias económicas de su madre viuda, hacían imposible tal cosa; así que se convirtió aprendiz de su cuñado, que era un mercader de este pueblo de fábricas de textiles.
Esos años fueron duros para el joven. Su empleador exigía una disciplina rígida y tenía poca simpatía por la actitud meditativa y la disposición al estudio del muchacho. Las pocas horas que él anhelaba poder dedicar al estudio le fueron denegadas, y se le exigía hacer rodar toneles vacíos hacia el frente y hacia atras del patio cuando no tenía otras obligaciones que cumplir. A Gerhard no le agradaba mucho llevar cuentas, escribir cartas de negocios y vender mercancías; pero al pasar los años, él agradecería mucho el valor de este entrenamiento.
Fue durante este período de aprendizaje que Gerhard llegó a reconocer la gracia perdonadora de Dios. Numerosas influencias habían estado obrando en su joven vida. Un piadoso tejedor que residía en Mülheim tuvo mucha influencia sobre él. Un mensaje escrito por un pastor moribundo lo tocó profundamente. Asistió a las reuniones inflrmales que se llevaban a cabo en el distrito, y probablemente fue alli donde fue movido por la predicación de William Hoffman, la cual le hizo sentir una profunda insatisfacción interior. Con la conciencia sacudida, Gerhard realizaba sus tareas con la esperanza de tener algunos minutos para orar. Pasaba noches enteras buscando a Dios, y sus gemidos y lágrimas fueron escuchados en las cortes del cielo.
Aunque Hoffman dirigía al joven hacia el Dador del Reposo, no fue sino hasta un día que pasaba a través de los bosques de Duisburg durante un largo viaje que el joven aprendiz, afligido por el dolor y la fiebre, y temiendo morir sin estar preparado, se encontró con Dios. El dolor y la fiebre desaparecieron, y él se levantó con un corazón rebosante de gratitud hacia Aquel que deseaba servir devotamente. Cerca de ese tiempo él escribió:
Me regocijo de corazón cuando veo a un hijo pródigo volver en sí y levantarse para ir a su Padre. Yo también fui una vez un cuidador de cerdos, y cuando despues de un millar de amenazas y llamados me acerqué finalmente como yo era, para llegar a ser lo que yo no era, solo necesité suplicar y esperar un poco. Yo fui recibido con infinitamente mayor gracia de la que pude haber esperado o supuesto.
Varios años después de haber realizado su aprendizaje, el joven se aventuró a iniciar su propio negocio, pero a él no le agradaba el avaricioso y competitivo mundo del comercio. Un comerciante piadoso se ofreció a enseñarle el tejido del lino, pero el trabajo resultó ser demasiado pesado ocasionándole serios dolores de cabeza. En lugar de eso eligió dedicarse al tejido de listón o cinta en su alojamiento rentado, donde podía trabajar con su Biblia abierta delante de él, disfrutando de ininterrumpidas horas de quietud. Trabajaba largamente en su tejido comiendo solo una vez al día y sin ver a nadie, salvo a la pequeña niña que llegaba a enrollar su seda. Bajo la cubierta de la noche, él visitaba a los enfermos y a los pobres, dándoles libremente lo que a penas podía permitirse de sus escasos medios. En una carta que escribió años después, el recuerda algunas de sus experiencias cuando la enfermedad golpeó su debilitado cuerpo.
He conocido momentos cuando no sabía en donde iba a encontrar comida para el día siguiente, y no tenía un amigo que estuviera al tanto de mi situación. Yo trabajaba desde las 5 de la mañana hasta las 9 de la noche, y ocasionalmente yacía en cama 10 o 12 semanas en el ático, sin que las personas con quienes me alojaba se tomara la molestia de enviarme a uno de sus no muy ocupados sirvientes para darme un trago de agua, pero yo siempre pensé que había un propósito en esto.
Durante cinco largos años el joven recluso experimentó gran oscuridad, a medida que la sensación de la aprobación de Dios le iba siendo retirada. Parecía ser asaltado por dudas en cuanto a la misma existencia de Dios, cuando observaba el fanatismo al que habían sido arrastrados muchos cristianos profesos. Las divisiones que desgarraban la iglesia lo angustiaban, así como la apostasía de algunos que ya habían experimentado en algún momento el favor divino. Aunque leía algunos de los libros espirituales más profundos, sólo se sentía confundido por la variedad de opiniones y los grandes laberintos de pensamiento de los autores. Al abandonar los libros de Behmen dijo: "Yo los leí hasta que me llené de extraños temores y aturdimiento. Finalmente devolví los libros a su dueño, y esto fue como quitar un peso de mi corazón.
Algunos de los biógrafos de Tersteegen sugieren que esos cinco años de oscuridad pueden haber sido ocasionado por el hecho de averse recluido, en lugar de haber compartido su recién encontrada fe. El hombre maduro de Dios, viendo atras hacia esos años, sentía que tal experiencia había sido invaluable.
Nuestro Señor Jesús estuvo en silencio y se mantuvo oculto durante treinta años, para que con Su ejemplo Él pudiera inspirarnos un afecto por la vida verdaderamente apartada, y escasamente pasó cuatro años en la vida pública. Yo pienso a menudo que si quienes hemos sido avivados pudiéramos soportar cuatro años de prueba en silenciosa mortificación y oración antes de mostrarnos públicamente, nuestra subsecuente actividad posterior sería un poco más pura y menos dañina para el Reino de Dios. Esta es una tentación secreta, pero común, del enemigo, y una sutil treta de la carne por medio de la cual el tentador busca alejarnos de lo único que es necesario,y debilitar nuestra fuerza involucrándonos en una multiplicidad de actividades. Pero la carne y sus frutos, que encuentran que una vida de mortificación es demasiado estrecha y desagradable, pueden respirar con alivio e incluso mantenerse con vida en cada ejercicio espiritual externo aparentemente provechoso; entre tanto, el misterio de iniquidad permanece en el fondo de forma imperceptible e inmortificada.
Fue justo el día anterior al Viernes Santo, conocido como el "Jueves Verde", que el buscador de 27 años entró a un lugar más espacioso; los clamores y súplicas de los años pasados fueron respondidos con abundancia. Llegó a darse cuenta de que la vida de crucifixión con Cristo no podía aprenderse por medio de instrucciones, salvo las del Espíritu Santo. El dice: "Para el Espíritu Santo es una cosa sencilla hacer que un momento y sin problema, encontremos en nuestras almas eso que podemos haber buscado externamente y con mucho trabajo durante años".
La larga noche de oscuridad e incertidumbre había pasado. Mientras viajaba a otra ciudad, el Salvador, como el Todosuficiente, se le apareció al joven y se elevó sobre su horizonte como una estrella de la mañana. El continúa diciendo: "Fue como si un niño enfermo estuviera solo y lejos en la noche oscura, y de repente la puerta se abrió y papá y mamá y todos sus seres amados entraron y las largar y solitarias horas terminaron y todo era amor".
Allí, junto al camino, Tersteegen se consagró a si mismo al Señor. Fue elevado a un nuevo nivel en el cual Dios sería, en adelante, el único y solo Dios. Él había aprendido que "Jesús solo es suficiente, pero que aún Él es insuficiente cuando no es aceptado en forma total y única". Al regresar de su viaje, él se sentó en la quietud de su cuarto y escribió el siguiente pacto de amor, con sangre de sus propias venas:
"Mi Jesús, yo reconozco ante mi mismo que soy tuyo, mi único Salvador y Esposo. Cristo Jesús, yo soy total y eternamente tuyo. Desde esta noche en adelante, yo renuncio desde mi corazón a cualquier derecho y autoridad que Satanás, ilegítimamente me haya dado sobre mí mismo. Desde esta noche -la noche en que tú, esposo mío, por medio de tu preciosa Sangre me compraste para ti, agonizando hasta la muerte, orando hasta que tu sudor era como sangre cayendo al suelo para que yo pudiera ser tu tesoro y tu esposa- ¡Tú has hecho estallar las puertas del infierno y has abierto para mi el corazón amoroso del Padre! Desde esta noche en adelante mi corazón y todo mi amor son ofrecidos a ti en agradecimiento eterno.
Desde esta noche y por toda la eternidad ¡Sea hecha tu voluntad y no la mía! Ordena y gobierna y reina en mí. Yo me rindo a ti sin reserva alguna, y prometo que con tu ayuda y poder, preferiré dar hasta la última gota de mi sangre antes que conciente y voluntariamente en mi corazón o en mi vida, ser falso o desobediente ante ti. He aquí, tu me posees total y completamente dulce Amigo de mi alma. Sólo Tú -y nadie más- tienes el amor de mi corazón. Sea tu espíritu mi guardador; tu muerte mi roca de seguridad. Sí ¡Amén! que tu Espíritu selle aquello que está escrito en la sencillez de mi corazón"".
Tu Indigna Poseción: Gerhard Tersteegen.
Por el amable consejo de Hoffman, un hombre joven llamado Henry Sommer fue llevado al solitario alojamiento de Tersteegen. El tenía el mismo espíritu de Gerhard, quien ya lo conocía desde hacía un tiempo. Como Henry deseaba aprender el arte del tejido de listones, los dos trabajaban en unidad durante largas horas, y en los intervalos oraban juntos durante el día. La atmósfera se volvió menos rígida, y esta rutina continuó durante tres años.
Durante ese tiempo, Tersteegen tradujo algunos libros piadosos del santo Bernieres de Lauvigny. Escribió también la Lotería Piadosa, y preparó algunos materiales para el Jardín de Flores Espirituales.
Conociendo la profundidad de la verdad espiritual que Tersteegen había obtenido durante este período de retiro Hoffman lo persuadió para que se convirtiera en predicador laico y ministrar en algunas reuniones regulares que se celebraban los jueves. Cuando él hablaba, muchos eran tocados y se producía una obra permanente de gracia en sus corazones. Él hacía resonar cuatro grandes verdades: la expiación de Jesús, las palabras de Jesús, el Espíritu de Jesús y el ejemplo de Jesús.
En 1727, cuando Tersteegen tenía treinta años de edad tuvo lugar un avivamiento en Mülheim, indudablemente como resultado de fieles siembras pasadas y de muchas oraciones de intercesión. Los días de su soledad habían terminado. Todo el día estaba muy ocupado desde la mañana hasta el anochecer, aconsejando personalmente y por correspondencia, ya que muchos acudían a el para solicitar dirección espiritual. Se le hizo necesario desistir del tejido y aceptar, finalmente, las ofrendas y legados que bondadosamente amigos le habían ofrecido antes, pero que él siempre había rechazado.
Fueron necesarias instalaciones mas grandes para satisfacer las necesidades de las innumerables personas que ahora se apiñaban en la vivienda de Gerhard. Para ello se adquirió una casa en la que los cuartos del primer piso podían abrirse y comunicarse uno con el otro, mientras Sommer y Tersteegen ocupaban el segundo piso.
El Jardín de Flores Espirituales fue publicado en 1731. Los himnos incluidos en este libro fueron recibidos con gran aprecio por los habitantes de Mülheim, que los cantaban en las bodas y reuniones sociales. Podía oírse a la gente cantar mientras caminaba por las calles. Otros se saludaban entre si con unas líneas de alguna de sus composiciones. Los viajeros los llevaban en sus viajes, ya que Tersteegen podía expresar con un hermoso lenguaje, lo que ellos mismos no eran capaces de expresar con el mismo sentimiento. John Wesley tradujo varios de ellos al inglés, y fueron incluídos en el himnario metodista.
Por esa época fue escrito San Souci, para refutar los equivocados puntos de vista del Rey Federico el Grande. Tras leerlo, el monarca exclamó: "¡Lo que pueden hacer los ocultos de la tierra!" Invitó a Gerhard para que llegara a verlo, pero como no se trataba de una orden, la invitación fue cortésmente declinada.
En 1746 se produjeron muchos cambios en la vida de Tersteegen. Su buen amigo William Hoffman enfermó seriamente, y Gerhard lo visitaba con frecuencia para orar con él y ministrar con mucho afecto sus necesidades. Tras la muerte de Hoffman, se uso la casa de este piadoso hombre con el objeto de tener mayor espacio para acomodar las crecientes labores del dispensario y la preparación de las medicinas. Su amigo Sommer atendía muchas de las necesidades prácticas requeridas para la marcha de este establecimiento. Sommer se encargaba también de proteger diligentemente al siervo de Dios de cualquier visitante que pudiera agotarlo demasiado, ya que miles llegaban de lejos y de cerca para recibir el beneficio de su consejo espiritual. Algunos debían esperar por horas para disfrutar de quince minutos de dirección espiritual. Gerhard escribió:
Parece que me fue dado mi ardiente amor por el retiro y el reposo con el objeto de que lo opuesto me fuera más gravoso, y quizàs tambien para servir como contrapeso para evitar que me involucrara muy profundamente y me dedicara demasiado a las actividades externas. En todos los lados encuentro hambre en la gente, y no hay nadie que pueda ministrarles la Palabra de Dios -¡El alimento acostumbrado ya no les es suficiente! Casi desde la mañana hasta el anochecer, me veo obligado a dedicarme a las personas para conversar con ellas ya sea individual o colectivamente.
Finalmente el habia aprendido el secreto para retener la atmósfera de desierto y de soledad en medio de tantas idas y venidas. El escribe lo siguiente:
Allí Dios y yo -nadie más, ¡tan lejos de los hombres estar!
Aun en medio de la muchedumbre y el murmullo, quieto Señor, a solas contigo estoy.
Quieto y acurrucado cerca de Tu pecho, en el campo y el mercado y la calle.
Tranquilo en ese perfecto reposo, en ese dulce aislamiento.
En 1747 empezó a emprender viajes a la campiña. Aquellos que habían sido inspirados y bendecidos con sus escritos, le imploraron que los visitara en el ducado de Berg. Aunque Tersteegen viajaba de incognito, pronto se enteraron de que él estaba en el distrito, y personas ansiosas le hacían encuentro en el camino para suplicarle que se desviara y se dirigiera a algun granero o edificio vecino, para dirigirse a algún grupo que se había reunido para oírlo. Por once días ministro de esa manera, hasta que debilitado por el resfrio y la fiebre su voz fue afectada. El tomó esto como una señal de la Providencia, dirigiéndolo para que regresara a su casa.
Sus viajes se extendieron a Holanda, a donde lo invitó un caballero de cierto nivel social, quien tras leer los libros de Tersteegen había deshechado su alta posición y su afluencia social para vivir una vida modesta y santa. Cuando Gerhard era huésped de este hombre, su privacidad se veia invadida por los hambrientos que buscaban el "pan verdadero". Tan fructíferas fueron estas visitas, que llegaron a convertirse en un evento anual.
Un segundo avivamiento llegó a Mûlheim en 1750 a traves de la predicación de un estidiante de nombre Chevalier. Muchos fueron tocados espiritualmente a traves de sus sermones del arrepentimiento. El joven no podía permanecer allí para continuar ministrando, así que transfirió a Tersteegen la tarea de satisfacer las demandas de quienes clamaban por conocer más de esa vida en Cristo. Muchos se reunían en los cuartos del primer piso de su casa, en donde podían acomodarse 600 almas. Pero había veces en las que estando ya llena la casa, los que esperaban escuchar algunas palabras de los labios del profeta colocaban escaleras apoyadas en las ventanas abiertas.
Tersteegen había sido capacitado para enfrentar vituperio y escarnio con humildad de corazon; pero ¿sería habilitado también para enfrentar la admiración y estima que estaban ahora siendo derramadas sobre el? En aquellos días de meditación y quietud, él había aprendido que el Altísimo habita solo en los humildes de corazón -que Dios esta con los pobres de espíritu que tiemblan ante Su palabra. En sus sermones, poemas y cartas esta verdad se repetia una y otra vez.
No esperes nada de ti mismo, pero espera todo de la bondad de Dios, que está interiormente tan cerca de ti. Teme cuando seas conocido y alabado; pero por el contrario regocíjate cuando seas olvidado y despreciado, por que con ello el camino hacia el peligro y la distracción es bloqueado, y tu ganas mucho mas tiempo y oportunidad para morar en ti mismo y para caminar a solas con Dios.
Debemos salir de nosotros mismos para entrar en El. Esta salida y entrada es la base y el acto mas esencial de santidad, por que por medio de ese acto devolvemos a Dios lo que es Suyo -quiero decir, nosotros mismos, en forma completa, total e irrevocable. Si esta salida y esta entrada son descuidadas, nuestra santidad es de poco valor y es solo una sombra sin sustancia.
Este santo había aprendido, igualmente, que se necesita tiempo para llegar a ser santo y para mantenerse santo. La sabia disposición de las horas de nuestro día requiere una autonegación de aquello que es secundario. El advierte:
Si otros siguen sus apetitos sensuales y gastan y malgastan su valioso tiempo en el adorno y belleza de sus vestidos, de sus casas y de sus muebles, y dedican tanta de su valiosa atención a la comodidad y placer de sus viles cuerpos -nosotros debemos mostrar que no somos sensuales o animales, sino hombres espirituales. Nosotros no buscamos echarnos cómodamente sobre rosas, cuando nuestra Cabeza y Precursor nació en un miserable establo y pesebre, y murió en la cruz llevando una corona de espinas.
Si vemos a otros volviéndose hacia lo exterior, hacia sus sentidos; y por el frívolo e innecesario oír, ver, hablar y pensar abren sus corazones como si estos fueran para la criatura –permitamos a nuestros corazones ser como un jardín cerrado y una fuente sellada para todos los objetos creados, y solamente abierto para el Amado de nuestras almas. Debemos esperar día y noche en los postes de Sus puertas, como un Sacerdocio Espiritual, y por lo tanto considerarlo una responsabilidad, porque creemos que el Señor está presente en el Templo de nuestros corazones.
Cuán poco tiempo permanecemos en casa para conversar con Dios y con nosotros mismos, y abandonando todo lo demás, hacer de esto nuestro único, nuestro constante y principal gozo.
En su correspondencia con los que inquirían, Tersteegen buscaba hacer resaltar la importancia de mantener una vida de comunicación con Dios. En los días de su desilusión de los hombres y de las organizaciones, él había descubierto que sólo Dios era perfecto, y que conversar con El quita cada pizca de perplejidad, mientras que las discusiones, incluso con cristianos profesos que conocen poco de esa profunda vida de consagración, solo confunden y aturden. Él escribe:
Eviten todo contacto innecesario con los hombres de este mundo para que no les sea robado su tiempo y para que no sean contaminados y arrastrados. La clase mas peligrosa de la de aquellos hombres que hacen grandes pretensiones de razonamiento, particularmente los que son cristianos solo de nombre y apariencia y que no actúan directa y sinceramente conforme a su llamamiento previo. Puede decirse que los tales han estudiado verdaderamente cada pretensión engañosa con la cual pretenden invalidar la estrecha, simple e interior vida en Cristo y seducir las mentes inestables.
Ustedes son llamados –¡Piensen qué gracia!– a conversar socialmente con Dios; por lo tanto deben evitar, por todos los medios, toda conversación innecesaria con los hombres. Esto es particularmente necesario mientras que todavía somos débiles. Debemos escapar del enemigo y no acercarnos demasiado a ver el mundo y la criatura, para que no perdamos de vista la cercanía del Creador.
¡Disfruten la oración! Permitan que la oración sea su constante compañera desde la mañana hasta la noche. Permitan que su corazón y sus deseos mantengan una conversación continua con Dios en sencillez de corazón; porque Sus deleites son con los hijos de los hombres.
Amemos, estimemos y usemos las Sagradas Escrituras –La Biblia– de acuerdo al estado y circunstancias de nuestras almas. Es innegablemente el mejor y más divino libro del mundo, y una revelación o expresión de la voluntad de Dios para nosotros. Descuidarla y despreciarla pone de manifiesto una ingratitud y arrogancia extremadamente censurables. No debemos olvidar, sin embargo, que el poder y la iluminación del Espíritu de Dios son indispensablemente necesarios para entenderla correctamente y para caminar de acuerdo a ella.
¡Cuán paternal era el consejo de Gerhard para el principiante que a menudo fallaba en sus primeros esfuerzos. A ellos les escribía: “Si a causa de la debilidad o la infidelidad abandonas esta práctica, que es tan increíblemente útil y hermosa, todo lo que debes hacer es empezar humildemente de nuevo con todo tu corazón. No te des por vencido, aunque al principio puedas no encontrar alguna gran ventaja de ello o no puedas progresar rápidamente”.
Para renovar su fortaleza en Dios, este consejero espiritual se retiraba a los bosques cercanos durante días enteros, llevando solo un poco de refresco con él. Estos eran tiempos deleitosos para el hombre cuya privacidad había sido invadida completamente durante las horas del día. El escribe: “Oh, mis amadísimos amigos, ¿Qué son todas nuestras virtudes y toda nuestra piedad a menos que la comunión con Jesús se encuentre en el fondo de ellas? Apliquémonos más diligentemente a esta deleitosa práctica de la oración, para que no podamos existir un solo momento para nosotros mismos. Todas nuestras fallas y caídas proceden de no permanecer con Cristo en nuestro interior”.
Este amante de Dios desalentaba todo lo que tuviera una naturaleza sensacionalista. Él vivió en una época en la que muchos estaban poniendo énfasis en visiones, voces y manifestaciones sobrenaturales. Como en nuestros propios días, había una gran necesidad de hombres dotados con discernimiento de espíritus, que fueran sensibles a los verdaderos movimientos espirituales inspirados por el espíritu de avivamiento, pero que al mismo tiempo estuvieran conscientes de los muchos sustitutos que nuestro astuto enemigo impone a los incautos.
Este fiel siervo de Dios había sido preparado justo para tales emergencias por su propia experiencia inicial. El había tenido contacto con ciertas personas que abiertamente se habían colocado bajo influencias sobrenaturales que no eran de Dios. Fue tan afectado por su proximidad a ellas, que en ocasiones, cuando estaba inmerso en la oración era sacudido por un temblor y estremecimiento en todas sus extremidades. Pero al profundizar en su conocimiento del carácter de Dios, pudo detectar la farsa y resistir tranquilamente esos ataques. Después de algunas de esas experiencias cesaron los temblores.
Posteriormente fue llamado para aconsejar a una joven que tenía mala salud; ella decía oír una voz que le ordenaba levantarse de la cama en las noches de invierno para orar en la fría habitación. Tersteegen le aconsejó que si volvía a tener esa experiencia, sería sabio orar en su cama. Al observar ese consejo, la voz dejó de perturbarla.
Un amigo de Gerhard se había colocado bajo la influencia de una mujer que parecía haber tenido una gran transformación en el área espiritual. Ella mostraba un incremento en su devoción a Dios y había hecho muchas declaraciones edificantes. Sin embargo, estas estaban mezcladas con una cuestionable variedad de voces y manifestaciones que incluían profecías de cosas que iban a suceder después de su propia muerte. Gerhard dio a su amigo es siguiente razonable consejo: “No pongas atención a todas estas cosas extraordinarias que son peligrosas y tienden a estorbar el crecimiento en la gracia. Yo admiro sinceramente el cambio sustancial que la gracia divina ha producido en ella, pero tu y yo viviremos lo suficiente para ver que nada ocurrirá de todas estas cosas, a pesar de lo deseable que pudieran ser”.
Posteriormente, tras la muerte de la mujer, este amigo llegó otra vez y le expresó su pesadumbre por no haber seguido el consejo que le había dado. Tersteegen le comentó que indudablemente Dios lo había permitido para advertirle de peligros similares en el futuro.
Como es generalmente el caso con todas las almas autocrucificadas y disciplinadas, Tersteegen tenía una actitud balanceada y amorosa en relación con la membresía denominacional y la asistencia a la iglesia. Personas confundidas buscaban su consejo respecto a su permanencia en la iglesia, ya que esta estaba muy llena de inconsistencias. A una de esas personas le escribió:
“Yo no puedo negar las corrupciones de la iglesia externa, pero pienso que mi querido amigo tiene ahora cosas más importantes que atender, que el ocuparse de ellas. ¡Adentro! ¡Adentro! ¡Con Dios solamente! Tampoco recomiendo que se separe de la iglesia y el sacramento. No hay ningún beneficio material que se derive de tal separación, y a menudo ha sido dañino para muchos. Usted no debe, sin embargo, actuar contrariadamente a su conciencia.
Si siente oprimida su conciencia por participar del sacramento, será mejor que permanezca alejado y espere un tiempo para ver si el Señor le da más luz al respecto. A mi no me gustaría asistir a escuchar el discurso de un blasfemo, de alguien que es todavía evidentemente carnal. Si las circunstancias así lo requieren, uno puede desistir por un tiempo de tomar una decisión respecto a alguna cosa futura evitando siempre juzgar a otros que actúan de manera diferente.
Uno puede tener paciencia con predicadores honestos, que gustosamente querrían ver un mejor estado de cosas pero que no saben como lograrlo; pero ellos, por su parte, debería ejercitar igual paciencia con las almas honestas cuyas conciencias no les permiten partir el pan con aquellos a quienes ellos no reconocen como miembros de “un cuerpo” pues no tienen temor de disgustar a Dios.
La vida entera de este santo alemán había estado marcada por continuas y dolorosas enfermedades, pero él testificaba a sus amigos que había experimentado mayor consuelo de Dios y mayor favor divino en los tiempos de enfermedad que en los de salud. A pesar de que él había sido enfermizo desde su nacimiento, había sobrevivido a los miembros más robustos de su familia. En su correspondencia menciona repetidas crisis de fiebre, reumatismo, problemas estomacales, asma y resfriados, que a veces restringían severamente su ministerio público.
Los últimos treinta años de su vida fueron especialmente penosos en este aspecto, y él siempre se miró a si mismo como un “candidato para la muerte”, que podía vivir solo un momento a la vez. Ahora el hombre de setenta años estaba tan débil que solo podía ministrar a unos pocos en una pequeña habitación, y tuvo que desistir de sus viajes más largos. Pero no hubo en él un descenso espiritual; su mano aún tomaba la pluma para revisar y complementar sus anteriores esfuerzos literarios. Su asistente, Henry Sommer, contaba de noches enteras que este hombre pasaba en medio de lágrimas y súplicas por el bienestar de los miembros del cuerpo de Cristo.
Pero agregadas a estas aflicciones estaban los aún mas dolorosos malos entendidos y crueles insinuaciones provenientes no solo de hombres burladores sino de quienes declaraban ser seguidores de Cristo. Algunos pensaban que él había hecho muy poco; otros, que había hecho demasiado. Algunos tenían envidia de el y de sus dones; otros tenían celos del aprecio y estima que recibía de miles y miles de personas en toda Europa. Cuando llegaban a señalarle alguna falta, él mostraba tal paciencia con sus oponentes, que a menudo se convertían en verdaderos amigos suyos. Nunca estuvo dispuesto a comprometer la verdad para obtener su favor, pero podía expresar la preocupación real de su corazón por aquellos con los que difería.
En marzo de 1,769 se le desarrolló hidropesía, enfermedad que conllevó mucho dolor. Anteriormente había deseado morir como un héroe; ahora estaba contento con irse como un niño. Para quienes lo visitaban él tenía tesoros escogidos, nuevos y viejos, que extraía de los tesoros de su corazón.
Malaquías me ha predicado hoy: “Él se sentará”. No es hecho todo de una vez. Él aún encuentra algo que refinar en mí...
Yo no puedo hablar de cosas y experiencias grandes, pero Dios me da la gracia para olvidarme de mí mismo. Yo sufro mucho…
Yo estoy al cuidado de ángeles… Sí, cuidado por el amor de Dios. Todo el sufrimiento y debilidad son parte del camino, y pasamos por él dejando ahora detrás una accidentada y pequeña parte del camino. La dulce eternidad es nuestro hogar, y Jesús –quien hace dulces todas las cosas– nuestro compañero en el camino. ¡Cuánto amor y gracia!
Cincuenta años antes, Gerhard Tersteegen había iniciado una búsqueda de Dios. ¿Lo había encontrado? ¿Fue exitosa su búsqueda? Dejemos responder al viejo guerrero cubierto de cicatrices en forma de prosa y canto:
*Estoy contento de haber vivido tanto tiempo,
*Para haber llegado a conocer a Dios con el corazón y con firme convicción.
*Tranquilo por esa maravillosa presencia,
*Ese dulcísimo abrazo,
*Terminados los años de ansioso anhelo
*Contemplamos nosotros tu faz:
*No buscamos más de lo que tú nos has dado;
*No pedimos visión hermosa,
*Tu preciosa sangre ha abierto los cielos
*Y nosotros te hemos encontrado allí.
Cuando el final se acercaba él dormía profundamente pero a la media noche del 2 de abril sus amigos ya no pudieron despertarlo. El había pasado del “atrio anterior de la eternidad”, a la Presencia del Rey. Su biógrafo nos dice que “los que estaban parados a su lado sintieron que había ángeles alrededor de ellos, que se llevaron su alma con gozo”.
No fue pequeño el revuelo ocasionado en Mülheim, cuando el joven mercader mercader Gerhard Tersteegen se retiró de sus negocios y se alojó en una aislada cabaña para buscar a Dios. Por algunos años sus familiares y amigos dejaron al joven de veintidos años dedicarse a su extraña búsqueda. Muchos cientos de años antes, otro joven había dejado su activa vida en la ciudad de Jerusalén, para trasladarse al desierto de Arabia en donde él también sería iniciado en las cosas profundas de Dios. Y Gerhard Tersteegen, como San Pablo, habría de compartir los secretos que aprendería en su "Arabia", con las almas cargadas por el pecado, sufrientes, hambrientas e insatisfechas. Estas almas anhelaban alimento espiritual, en lugar de la racionalización intelectual de un ministerio formal.
Gerhard habría dado como razón para escapar de los contactos sociales y de negocios, la convicción de que su barca era demasiado frágil para enfrentar con éxito las corrientes del mundo que lo rodeaban. Sus siete hermanos y hermanas, con excepción de uno que había ingresado al ministerio, estaban determinados a hacer dinero. Cuando este miembro más joven de su familia volvió la espalda a las buenas oportunidades de negocios para vivir de una manera simple y frugal, se sintieron tan mortificados que su nombre no volvio a mencionarse entre ellos. Cuando su madre murió, ni siquiera se le invitó a la reunión en la que la familia dividió los vienes.
El padre del joven, Heinrich Tersteegen, murió cuando él era un niño muy pequeño. Era un mercader piadoso y miembro de la Iglesia Reformada. Cartas encontradas después de su muerte revelaron que el estuvo en contacto con el movimiento espiritual que estaba tomando ímpetu en su tiempo.
Gerhard nacio en Möhr, en el Valle de Rin en 1697, justo 6 años antes del advenimiento de John Wesley a la Rectoría Epworth en Inglaterra. En la época de su nacimiento Alemania estaba sufriendo aún de la debastación que resultó del conflicto de treinta años entre protestantes y católicos. Doce millones de su población murieron durante este período de derramamiento de sangre. Aldeas enteras habían sido saqueadas y quemadas, campos y huertos permanecían asolados. En Leipsig en 1686, ni una sola Biblia o Nuevo Testamento podía encontrarse en librería alguna. La Iglesia Reformada había llegado a ser denominada "La Iglesia Deformada", y la Iglesia Luterana había sucumbido en ritos y ceremonias muertas, al grado de que quienes buscaban revivir la vida espiritual eran considerados herejes.
Sin embargo, Dios tenía Sus testigos, antorchas encendidas con fuego divino que iban a ilumina esta oscuridad. Labardie, Spener, Hockmann y otros, intentaron conducir el apático populacho hacia un entendimiento de su necesidad. Ellos estaban empeñados en trasladar la religión de la helada región de la cabeza, al clima cálido del corazón, e iban a todos lados tratando de formar una iglesia dentro de la Iglesia, al establecer reuniones de oración y estudios bíblicos.
Estos mensajes proclamaron 4 doctrinas destacadas: 1) La Auto-renuncia- La rendición completa de la propia voluntad ante la voluntad de Dios. 2) La continua actividad del Espíritu de Dios de todos los creyentes y la unión íntima posible entre Dios y el hombre. 3) La inutilidad de toda religión que se base en el temor o en la esperanza de recompensa. 4) La igualdad esencial entre los laicos y el clero; aunque en pro del orden y la disciplina, sea necesaria la organización de la iglesia.
Mülheim (sede de fábrica de textiles) había sido uno de los centros de los cuales irradió esta bendición espiritual. Labardie estableció su residencia allí y había trabajado por el bienestar del lugar. William Hoffman, un joven estudiante de teología profundamente espiritual, que habría de influir en Gerhard, también residía allí. Como Hoffman favorecía la causa de los "pietistas", los clérigos recelaban de él pues temían que pudiera arrastrar miembros fuera de la Iglesia Establecida.
En la providencia de Dios, Mülheim iba a ser el lugar donde Gerhard viviría la mayor parte de su vida. Pero debemos regresar a la caminata espiritual del joven, para poder seguir sus pasos más de cerca. Tras terminar sus estudios en la escuela secundaria, donde se había distinguido por su aplicación al estudio y por una aptitud natural para los idiomas se vio forzado a desistir de la idea de obtener mayor educación. Las difíciles circunstancias económicas de su madre viuda, hacían imposible tal cosa; así que se convirtió aprendiz de su cuñado, que era un mercader de este pueblo de fábricas de textiles.
Esos años fueron duros para el joven. Su empleador exigía una disciplina rígida y tenía poca simpatía por la actitud meditativa y la disposición al estudio del muchacho. Las pocas horas que él anhelaba poder dedicar al estudio le fueron denegadas, y se le exigía hacer rodar toneles vacíos hacia el frente y hacia atras del patio cuando no tenía otras obligaciones que cumplir. A Gerhard no le agradaba mucho llevar cuentas, escribir cartas de negocios y vender mercancías; pero al pasar los años, él agradecería mucho el valor de este entrenamiento.
Fue durante este período de aprendizaje que Gerhard llegó a reconocer la gracia perdonadora de Dios. Numerosas influencias habían estado obrando en su joven vida. Un piadoso tejedor que residía en Mülheim tuvo mucha influencia sobre él. Un mensaje escrito por un pastor moribundo lo tocó profundamente. Asistió a las reuniones inflrmales que se llevaban a cabo en el distrito, y probablemente fue alli donde fue movido por la predicación de William Hoffman, la cual le hizo sentir una profunda insatisfacción interior. Con la conciencia sacudida, Gerhard realizaba sus tareas con la esperanza de tener algunos minutos para orar. Pasaba noches enteras buscando a Dios, y sus gemidos y lágrimas fueron escuchados en las cortes del cielo.
Aunque Hoffman dirigía al joven hacia el Dador del Reposo, no fue sino hasta un día que pasaba a través de los bosques de Duisburg durante un largo viaje que el joven aprendiz, afligido por el dolor y la fiebre, y temiendo morir sin estar preparado, se encontró con Dios. El dolor y la fiebre desaparecieron, y él se levantó con un corazón rebosante de gratitud hacia Aquel que deseaba servir devotamente. Cerca de ese tiempo él escribió:
Me regocijo de corazón cuando veo a un hijo pródigo volver en sí y levantarse para ir a su Padre. Yo también fui una vez un cuidador de cerdos, y cuando despues de un millar de amenazas y llamados me acerqué finalmente como yo era, para llegar a ser lo que yo no era, solo necesité suplicar y esperar un poco. Yo fui recibido con infinitamente mayor gracia de la que pude haber esperado o supuesto.
Varios años después de haber realizado su aprendizaje, el joven se aventuró a iniciar su propio negocio, pero a él no le agradaba el avaricioso y competitivo mundo del comercio. Un comerciante piadoso se ofreció a enseñarle el tejido del lino, pero el trabajo resultó ser demasiado pesado ocasionándole serios dolores de cabeza. En lugar de eso eligió dedicarse al tejido de listón o cinta en su alojamiento rentado, donde podía trabajar con su Biblia abierta delante de él, disfrutando de ininterrumpidas horas de quietud. Trabajaba largamente en su tejido comiendo solo una vez al día y sin ver a nadie, salvo a la pequeña niña que llegaba a enrollar su seda. Bajo la cubierta de la noche, él visitaba a los enfermos y a los pobres, dándoles libremente lo que a penas podía permitirse de sus escasos medios. En una carta que escribió años después, el recuerda algunas de sus experiencias cuando la enfermedad golpeó su debilitado cuerpo.
He conocido momentos cuando no sabía en donde iba a encontrar comida para el día siguiente, y no tenía un amigo que estuviera al tanto de mi situación. Yo trabajaba desde las 5 de la mañana hasta las 9 de la noche, y ocasionalmente yacía en cama 10 o 12 semanas en el ático, sin que las personas con quienes me alojaba se tomara la molestia de enviarme a uno de sus no muy ocupados sirvientes para darme un trago de agua, pero yo siempre pensé que había un propósito en esto.
Durante cinco largos años el joven recluso experimentó gran oscuridad, a medida que la sensación de la aprobación de Dios le iba siendo retirada. Parecía ser asaltado por dudas en cuanto a la misma existencia de Dios, cuando observaba el fanatismo al que habían sido arrastrados muchos cristianos profesos. Las divisiones que desgarraban la iglesia lo angustiaban, así como la apostasía de algunos que ya habían experimentado en algún momento el favor divino. Aunque leía algunos de los libros espirituales más profundos, sólo se sentía confundido por la variedad de opiniones y los grandes laberintos de pensamiento de los autores. Al abandonar los libros de Behmen dijo: "Yo los leí hasta que me llené de extraños temores y aturdimiento. Finalmente devolví los libros a su dueño, y esto fue como quitar un peso de mi corazón.
Algunos de los biógrafos de Tersteegen sugieren que esos cinco años de oscuridad pueden haber sido ocasionado por el hecho de averse recluido, en lugar de haber compartido su recién encontrada fe. El hombre maduro de Dios, viendo atras hacia esos años, sentía que tal experiencia había sido invaluable.
Nuestro Señor Jesús estuvo en silencio y se mantuvo oculto durante treinta años, para que con Su ejemplo Él pudiera inspirarnos un afecto por la vida verdaderamente apartada, y escasamente pasó cuatro años en la vida pública. Yo pienso a menudo que si quienes hemos sido avivados pudiéramos soportar cuatro años de prueba en silenciosa mortificación y oración antes de mostrarnos públicamente, nuestra subsecuente actividad posterior sería un poco más pura y menos dañina para el Reino de Dios. Esta es una tentación secreta, pero común, del enemigo, y una sutil treta de la carne por medio de la cual el tentador busca alejarnos de lo único que es necesario,y debilitar nuestra fuerza involucrándonos en una multiplicidad de actividades. Pero la carne y sus frutos, que encuentran que una vida de mortificación es demasiado estrecha y desagradable, pueden respirar con alivio e incluso mantenerse con vida en cada ejercicio espiritual externo aparentemente provechoso; entre tanto, el misterio de iniquidad permanece en el fondo de forma imperceptible e inmortificada.
Fue justo el día anterior al Viernes Santo, conocido como el "Jueves Verde", que el buscador de 27 años entró a un lugar más espacioso; los clamores y súplicas de los años pasados fueron respondidos con abundancia. Llegó a darse cuenta de que la vida de crucifixión con Cristo no podía aprenderse por medio de instrucciones, salvo las del Espíritu Santo. El dice: "Para el Espíritu Santo es una cosa sencilla hacer que un momento y sin problema, encontremos en nuestras almas eso que podemos haber buscado externamente y con mucho trabajo durante años".
La larga noche de oscuridad e incertidumbre había pasado. Mientras viajaba a otra ciudad, el Salvador, como el Todosuficiente, se le apareció al joven y se elevó sobre su horizonte como una estrella de la mañana. El continúa diciendo: "Fue como si un niño enfermo estuviera solo y lejos en la noche oscura, y de repente la puerta se abrió y papá y mamá y todos sus seres amados entraron y las largar y solitarias horas terminaron y todo era amor".
Allí, junto al camino, Tersteegen se consagró a si mismo al Señor. Fue elevado a un nuevo nivel en el cual Dios sería, en adelante, el único y solo Dios. Él había aprendido que "Jesús solo es suficiente, pero que aún Él es insuficiente cuando no es aceptado en forma total y única". Al regresar de su viaje, él se sentó en la quietud de su cuarto y escribió el siguiente pacto de amor, con sangre de sus propias venas:
"Mi Jesús, yo reconozco ante mi mismo que soy tuyo, mi único Salvador y Esposo. Cristo Jesús, yo soy total y eternamente tuyo. Desde esta noche en adelante, yo renuncio desde mi corazón a cualquier derecho y autoridad que Satanás, ilegítimamente me haya dado sobre mí mismo. Desde esta noche -la noche en que tú, esposo mío, por medio de tu preciosa Sangre me compraste para ti, agonizando hasta la muerte, orando hasta que tu sudor era como sangre cayendo al suelo para que yo pudiera ser tu tesoro y tu esposa- ¡Tú has hecho estallar las puertas del infierno y has abierto para mi el corazón amoroso del Padre! Desde esta noche en adelante mi corazón y todo mi amor son ofrecidos a ti en agradecimiento eterno.
Desde esta noche y por toda la eternidad ¡Sea hecha tu voluntad y no la mía! Ordena y gobierna y reina en mí. Yo me rindo a ti sin reserva alguna, y prometo que con tu ayuda y poder, preferiré dar hasta la última gota de mi sangre antes que conciente y voluntariamente en mi corazón o en mi vida, ser falso o desobediente ante ti. He aquí, tu me posees total y completamente dulce Amigo de mi alma. Sólo Tú -y nadie más- tienes el amor de mi corazón. Sea tu espíritu mi guardador; tu muerte mi roca de seguridad. Sí ¡Amén! que tu Espíritu selle aquello que está escrito en la sencillez de mi corazón"".
Tu Indigna Poseción: Gerhard Tersteegen.
Por el amable consejo de Hoffman, un hombre joven llamado Henry Sommer fue llevado al solitario alojamiento de Tersteegen. El tenía el mismo espíritu de Gerhard, quien ya lo conocía desde hacía un tiempo. Como Henry deseaba aprender el arte del tejido de listones, los dos trabajaban en unidad durante largas horas, y en los intervalos oraban juntos durante el día. La atmósfera se volvió menos rígida, y esta rutina continuó durante tres años.
Durante ese tiempo, Tersteegen tradujo algunos libros piadosos del santo Bernieres de Lauvigny. Escribió también la Lotería Piadosa, y preparó algunos materiales para el Jardín de Flores Espirituales.
Conociendo la profundidad de la verdad espiritual que Tersteegen había obtenido durante este período de retiro Hoffman lo persuadió para que se convirtiera en predicador laico y ministrar en algunas reuniones regulares que se celebraban los jueves. Cuando él hablaba, muchos eran tocados y se producía una obra permanente de gracia en sus corazones. Él hacía resonar cuatro grandes verdades: la expiación de Jesús, las palabras de Jesús, el Espíritu de Jesús y el ejemplo de Jesús.
En 1727, cuando Tersteegen tenía treinta años de edad tuvo lugar un avivamiento en Mülheim, indudablemente como resultado de fieles siembras pasadas y de muchas oraciones de intercesión. Los días de su soledad habían terminado. Todo el día estaba muy ocupado desde la mañana hasta el anochecer, aconsejando personalmente y por correspondencia, ya que muchos acudían a el para solicitar dirección espiritual. Se le hizo necesario desistir del tejido y aceptar, finalmente, las ofrendas y legados que bondadosamente amigos le habían ofrecido antes, pero que él siempre había rechazado.
Fueron necesarias instalaciones mas grandes para satisfacer las necesidades de las innumerables personas que ahora se apiñaban en la vivienda de Gerhard. Para ello se adquirió una casa en la que los cuartos del primer piso podían abrirse y comunicarse uno con el otro, mientras Sommer y Tersteegen ocupaban el segundo piso.
El Jardín de Flores Espirituales fue publicado en 1731. Los himnos incluidos en este libro fueron recibidos con gran aprecio por los habitantes de Mülheim, que los cantaban en las bodas y reuniones sociales. Podía oírse a la gente cantar mientras caminaba por las calles. Otros se saludaban entre si con unas líneas de alguna de sus composiciones. Los viajeros los llevaban en sus viajes, ya que Tersteegen podía expresar con un hermoso lenguaje, lo que ellos mismos no eran capaces de expresar con el mismo sentimiento. John Wesley tradujo varios de ellos al inglés, y fueron incluídos en el himnario metodista.
Por esa época fue escrito San Souci, para refutar los equivocados puntos de vista del Rey Federico el Grande. Tras leerlo, el monarca exclamó: "¡Lo que pueden hacer los ocultos de la tierra!" Invitó a Gerhard para que llegara a verlo, pero como no se trataba de una orden, la invitación fue cortésmente declinada.
En 1746 se produjeron muchos cambios en la vida de Tersteegen. Su buen amigo William Hoffman enfermó seriamente, y Gerhard lo visitaba con frecuencia para orar con él y ministrar con mucho afecto sus necesidades. Tras la muerte de Hoffman, se uso la casa de este piadoso hombre con el objeto de tener mayor espacio para acomodar las crecientes labores del dispensario y la preparación de las medicinas. Su amigo Sommer atendía muchas de las necesidades prácticas requeridas para la marcha de este establecimiento. Sommer se encargaba también de proteger diligentemente al siervo de Dios de cualquier visitante que pudiera agotarlo demasiado, ya que miles llegaban de lejos y de cerca para recibir el beneficio de su consejo espiritual. Algunos debían esperar por horas para disfrutar de quince minutos de dirección espiritual. Gerhard escribió:
Parece que me fue dado mi ardiente amor por el retiro y el reposo con el objeto de que lo opuesto me fuera más gravoso, y quizàs tambien para servir como contrapeso para evitar que me involucrara muy profundamente y me dedicara demasiado a las actividades externas. En todos los lados encuentro hambre en la gente, y no hay nadie que pueda ministrarles la Palabra de Dios -¡El alimento acostumbrado ya no les es suficiente! Casi desde la mañana hasta el anochecer, me veo obligado a dedicarme a las personas para conversar con ellas ya sea individual o colectivamente.
Finalmente el habia aprendido el secreto para retener la atmósfera de desierto y de soledad en medio de tantas idas y venidas. El escribe lo siguiente:
Allí Dios y yo -nadie más, ¡tan lejos de los hombres estar!
Aun en medio de la muchedumbre y el murmullo, quieto Señor, a solas contigo estoy.
Quieto y acurrucado cerca de Tu pecho, en el campo y el mercado y la calle.
Tranquilo en ese perfecto reposo, en ese dulce aislamiento.
En 1747 empezó a emprender viajes a la campiña. Aquellos que habían sido inspirados y bendecidos con sus escritos, le imploraron que los visitara en el ducado de Berg. Aunque Tersteegen viajaba de incognito, pronto se enteraron de que él estaba en el distrito, y personas ansiosas le hacían encuentro en el camino para suplicarle que se desviara y se dirigiera a algun granero o edificio vecino, para dirigirse a algún grupo que se había reunido para oírlo. Por once días ministro de esa manera, hasta que debilitado por el resfrio y la fiebre su voz fue afectada. El tomó esto como una señal de la Providencia, dirigiéndolo para que regresara a su casa.
Sus viajes se extendieron a Holanda, a donde lo invitó un caballero de cierto nivel social, quien tras leer los libros de Tersteegen había deshechado su alta posición y su afluencia social para vivir una vida modesta y santa. Cuando Gerhard era huésped de este hombre, su privacidad se veia invadida por los hambrientos que buscaban el "pan verdadero". Tan fructíferas fueron estas visitas, que llegaron a convertirse en un evento anual.
Un segundo avivamiento llegó a Mûlheim en 1750 a traves de la predicación de un estidiante de nombre Chevalier. Muchos fueron tocados espiritualmente a traves de sus sermones del arrepentimiento. El joven no podía permanecer allí para continuar ministrando, así que transfirió a Tersteegen la tarea de satisfacer las demandas de quienes clamaban por conocer más de esa vida en Cristo. Muchos se reunían en los cuartos del primer piso de su casa, en donde podían acomodarse 600 almas. Pero había veces en las que estando ya llena la casa, los que esperaban escuchar algunas palabras de los labios del profeta colocaban escaleras apoyadas en las ventanas abiertas.
Tersteegen había sido capacitado para enfrentar vituperio y escarnio con humildad de corazon; pero ¿sería habilitado también para enfrentar la admiración y estima que estaban ahora siendo derramadas sobre el? En aquellos días de meditación y quietud, él había aprendido que el Altísimo habita solo en los humildes de corazón -que Dios esta con los pobres de espíritu que tiemblan ante Su palabra. En sus sermones, poemas y cartas esta verdad se repetia una y otra vez.
No esperes nada de ti mismo, pero espera todo de la bondad de Dios, que está interiormente tan cerca de ti. Teme cuando seas conocido y alabado; pero por el contrario regocíjate cuando seas olvidado y despreciado, por que con ello el camino hacia el peligro y la distracción es bloqueado, y tu ganas mucho mas tiempo y oportunidad para morar en ti mismo y para caminar a solas con Dios.
Debemos salir de nosotros mismos para entrar en El. Esta salida y entrada es la base y el acto mas esencial de santidad, por que por medio de ese acto devolvemos a Dios lo que es Suyo -quiero decir, nosotros mismos, en forma completa, total e irrevocable. Si esta salida y esta entrada son descuidadas, nuestra santidad es de poco valor y es solo una sombra sin sustancia.
Este santo había aprendido, igualmente, que se necesita tiempo para llegar a ser santo y para mantenerse santo. La sabia disposición de las horas de nuestro día requiere una autonegación de aquello que es secundario. El advierte:
Si otros siguen sus apetitos sensuales y gastan y malgastan su valioso tiempo en el adorno y belleza de sus vestidos, de sus casas y de sus muebles, y dedican tanta de su valiosa atención a la comodidad y placer de sus viles cuerpos -nosotros debemos mostrar que no somos sensuales o animales, sino hombres espirituales. Nosotros no buscamos echarnos cómodamente sobre rosas, cuando nuestra Cabeza y Precursor nació en un miserable establo y pesebre, y murió en la cruz llevando una corona de espinas.
Si vemos a otros volviéndose hacia lo exterior, hacia sus sentidos; y por el frívolo e innecesario oír, ver, hablar y pensar abren sus corazones como si estos fueran para la criatura –permitamos a nuestros corazones ser como un jardín cerrado y una fuente sellada para todos los objetos creados, y solamente abierto para el Amado de nuestras almas. Debemos esperar día y noche en los postes de Sus puertas, como un Sacerdocio Espiritual, y por lo tanto considerarlo una responsabilidad, porque creemos que el Señor está presente en el Templo de nuestros corazones.
Cuán poco tiempo permanecemos en casa para conversar con Dios y con nosotros mismos, y abandonando todo lo demás, hacer de esto nuestro único, nuestro constante y principal gozo.
En su correspondencia con los que inquirían, Tersteegen buscaba hacer resaltar la importancia de mantener una vida de comunicación con Dios. En los días de su desilusión de los hombres y de las organizaciones, él había descubierto que sólo Dios era perfecto, y que conversar con El quita cada pizca de perplejidad, mientras que las discusiones, incluso con cristianos profesos que conocen poco de esa profunda vida de consagración, solo confunden y aturden. Él escribe:
Eviten todo contacto innecesario con los hombres de este mundo para que no les sea robado su tiempo y para que no sean contaminados y arrastrados. La clase mas peligrosa de la de aquellos hombres que hacen grandes pretensiones de razonamiento, particularmente los que son cristianos solo de nombre y apariencia y que no actúan directa y sinceramente conforme a su llamamiento previo. Puede decirse que los tales han estudiado verdaderamente cada pretensión engañosa con la cual pretenden invalidar la estrecha, simple e interior vida en Cristo y seducir las mentes inestables.
Ustedes son llamados –¡Piensen qué gracia!– a conversar socialmente con Dios; por lo tanto deben evitar, por todos los medios, toda conversación innecesaria con los hombres. Esto es particularmente necesario mientras que todavía somos débiles. Debemos escapar del enemigo y no acercarnos demasiado a ver el mundo y la criatura, para que no perdamos de vista la cercanía del Creador.
¡Disfruten la oración! Permitan que la oración sea su constante compañera desde la mañana hasta la noche. Permitan que su corazón y sus deseos mantengan una conversación continua con Dios en sencillez de corazón; porque Sus deleites son con los hijos de los hombres.
Amemos, estimemos y usemos las Sagradas Escrituras –La Biblia– de acuerdo al estado y circunstancias de nuestras almas. Es innegablemente el mejor y más divino libro del mundo, y una revelación o expresión de la voluntad de Dios para nosotros. Descuidarla y despreciarla pone de manifiesto una ingratitud y arrogancia extremadamente censurables. No debemos olvidar, sin embargo, que el poder y la iluminación del Espíritu de Dios son indispensablemente necesarios para entenderla correctamente y para caminar de acuerdo a ella.
¡Cuán paternal era el consejo de Gerhard para el principiante que a menudo fallaba en sus primeros esfuerzos. A ellos les escribía: “Si a causa de la debilidad o la infidelidad abandonas esta práctica, que es tan increíblemente útil y hermosa, todo lo que debes hacer es empezar humildemente de nuevo con todo tu corazón. No te des por vencido, aunque al principio puedas no encontrar alguna gran ventaja de ello o no puedas progresar rápidamente”.
Para renovar su fortaleza en Dios, este consejero espiritual se retiraba a los bosques cercanos durante días enteros, llevando solo un poco de refresco con él. Estos eran tiempos deleitosos para el hombre cuya privacidad había sido invadida completamente durante las horas del día. El escribe: “Oh, mis amadísimos amigos, ¿Qué son todas nuestras virtudes y toda nuestra piedad a menos que la comunión con Jesús se encuentre en el fondo de ellas? Apliquémonos más diligentemente a esta deleitosa práctica de la oración, para que no podamos existir un solo momento para nosotros mismos. Todas nuestras fallas y caídas proceden de no permanecer con Cristo en nuestro interior”.
Este amante de Dios desalentaba todo lo que tuviera una naturaleza sensacionalista. Él vivió en una época en la que muchos estaban poniendo énfasis en visiones, voces y manifestaciones sobrenaturales. Como en nuestros propios días, había una gran necesidad de hombres dotados con discernimiento de espíritus, que fueran sensibles a los verdaderos movimientos espirituales inspirados por el espíritu de avivamiento, pero que al mismo tiempo estuvieran conscientes de los muchos sustitutos que nuestro astuto enemigo impone a los incautos.
Este fiel siervo de Dios había sido preparado justo para tales emergencias por su propia experiencia inicial. El había tenido contacto con ciertas personas que abiertamente se habían colocado bajo influencias sobrenaturales que no eran de Dios. Fue tan afectado por su proximidad a ellas, que en ocasiones, cuando estaba inmerso en la oración era sacudido por un temblor y estremecimiento en todas sus extremidades. Pero al profundizar en su conocimiento del carácter de Dios, pudo detectar la farsa y resistir tranquilamente esos ataques. Después de algunas de esas experiencias cesaron los temblores.
Posteriormente fue llamado para aconsejar a una joven que tenía mala salud; ella decía oír una voz que le ordenaba levantarse de la cama en las noches de invierno para orar en la fría habitación. Tersteegen le aconsejó que si volvía a tener esa experiencia, sería sabio orar en su cama. Al observar ese consejo, la voz dejó de perturbarla.
Un amigo de Gerhard se había colocado bajo la influencia de una mujer que parecía haber tenido una gran transformación en el área espiritual. Ella mostraba un incremento en su devoción a Dios y había hecho muchas declaraciones edificantes. Sin embargo, estas estaban mezcladas con una cuestionable variedad de voces y manifestaciones que incluían profecías de cosas que iban a suceder después de su propia muerte. Gerhard dio a su amigo es siguiente razonable consejo: “No pongas atención a todas estas cosas extraordinarias que son peligrosas y tienden a estorbar el crecimiento en la gracia. Yo admiro sinceramente el cambio sustancial que la gracia divina ha producido en ella, pero tu y yo viviremos lo suficiente para ver que nada ocurrirá de todas estas cosas, a pesar de lo deseable que pudieran ser”.
Posteriormente, tras la muerte de la mujer, este amigo llegó otra vez y le expresó su pesadumbre por no haber seguido el consejo que le había dado. Tersteegen le comentó que indudablemente Dios lo había permitido para advertirle de peligros similares en el futuro.
Como es generalmente el caso con todas las almas autocrucificadas y disciplinadas, Tersteegen tenía una actitud balanceada y amorosa en relación con la membresía denominacional y la asistencia a la iglesia. Personas confundidas buscaban su consejo respecto a su permanencia en la iglesia, ya que esta estaba muy llena de inconsistencias. A una de esas personas le escribió:
“Yo no puedo negar las corrupciones de la iglesia externa, pero pienso que mi querido amigo tiene ahora cosas más importantes que atender, que el ocuparse de ellas. ¡Adentro! ¡Adentro! ¡Con Dios solamente! Tampoco recomiendo que se separe de la iglesia y el sacramento. No hay ningún beneficio material que se derive de tal separación, y a menudo ha sido dañino para muchos. Usted no debe, sin embargo, actuar contrariadamente a su conciencia.
Si siente oprimida su conciencia por participar del sacramento, será mejor que permanezca alejado y espere un tiempo para ver si el Señor le da más luz al respecto. A mi no me gustaría asistir a escuchar el discurso de un blasfemo, de alguien que es todavía evidentemente carnal. Si las circunstancias así lo requieren, uno puede desistir por un tiempo de tomar una decisión respecto a alguna cosa futura evitando siempre juzgar a otros que actúan de manera diferente.
Uno puede tener paciencia con predicadores honestos, que gustosamente querrían ver un mejor estado de cosas pero que no saben como lograrlo; pero ellos, por su parte, debería ejercitar igual paciencia con las almas honestas cuyas conciencias no les permiten partir el pan con aquellos a quienes ellos no reconocen como miembros de “un cuerpo” pues no tienen temor de disgustar a Dios.
La vida entera de este santo alemán había estado marcada por continuas y dolorosas enfermedades, pero él testificaba a sus amigos que había experimentado mayor consuelo de Dios y mayor favor divino en los tiempos de enfermedad que en los de salud. A pesar de que él había sido enfermizo desde su nacimiento, había sobrevivido a los miembros más robustos de su familia. En su correspondencia menciona repetidas crisis de fiebre, reumatismo, problemas estomacales, asma y resfriados, que a veces restringían severamente su ministerio público.
Los últimos treinta años de su vida fueron especialmente penosos en este aspecto, y él siempre se miró a si mismo como un “candidato para la muerte”, que podía vivir solo un momento a la vez. Ahora el hombre de setenta años estaba tan débil que solo podía ministrar a unos pocos en una pequeña habitación, y tuvo que desistir de sus viajes más largos. Pero no hubo en él un descenso espiritual; su mano aún tomaba la pluma para revisar y complementar sus anteriores esfuerzos literarios. Su asistente, Henry Sommer, contaba de noches enteras que este hombre pasaba en medio de lágrimas y súplicas por el bienestar de los miembros del cuerpo de Cristo.
Pero agregadas a estas aflicciones estaban los aún mas dolorosos malos entendidos y crueles insinuaciones provenientes no solo de hombres burladores sino de quienes declaraban ser seguidores de Cristo. Algunos pensaban que él había hecho muy poco; otros, que había hecho demasiado. Algunos tenían envidia de el y de sus dones; otros tenían celos del aprecio y estima que recibía de miles y miles de personas en toda Europa. Cuando llegaban a señalarle alguna falta, él mostraba tal paciencia con sus oponentes, que a menudo se convertían en verdaderos amigos suyos. Nunca estuvo dispuesto a comprometer la verdad para obtener su favor, pero podía expresar la preocupación real de su corazón por aquellos con los que difería.
En marzo de 1,769 se le desarrolló hidropesía, enfermedad que conllevó mucho dolor. Anteriormente había deseado morir como un héroe; ahora estaba contento con irse como un niño. Para quienes lo visitaban él tenía tesoros escogidos, nuevos y viejos, que extraía de los tesoros de su corazón.
Malaquías me ha predicado hoy: “Él se sentará”. No es hecho todo de una vez. Él aún encuentra algo que refinar en mí...
Yo no puedo hablar de cosas y experiencias grandes, pero Dios me da la gracia para olvidarme de mí mismo. Yo sufro mucho…
Yo estoy al cuidado de ángeles… Sí, cuidado por el amor de Dios. Todo el sufrimiento y debilidad son parte del camino, y pasamos por él dejando ahora detrás una accidentada y pequeña parte del camino. La dulce eternidad es nuestro hogar, y Jesús –quien hace dulces todas las cosas– nuestro compañero en el camino. ¡Cuánto amor y gracia!
Cincuenta años antes, Gerhard Tersteegen había iniciado una búsqueda de Dios. ¿Lo había encontrado? ¿Fue exitosa su búsqueda? Dejemos responder al viejo guerrero cubierto de cicatrices en forma de prosa y canto:
*Estoy contento de haber vivido tanto tiempo,
*Para haber llegado a conocer a Dios con el corazón y con firme convicción.
*Tranquilo por esa maravillosa presencia,
*Ese dulcísimo abrazo,
*Terminados los años de ansioso anhelo
*Contemplamos nosotros tu faz:
*No buscamos más de lo que tú nos has dado;
*No pedimos visión hermosa,
*Tu preciosa sangre ha abierto los cielos
*Y nosotros te hemos encontrado allí.
Cuando el final se acercaba él dormía profundamente pero a la media noche del 2 de abril sus amigos ya no pudieron despertarlo. El había pasado del “atrio anterior de la eternidad”, a la Presencia del Rey. Su biógrafo nos dice que “los que estaban parados a su lado sintieron que había ángeles alrededor de ellos, que se llevaron su alma con gozo”.
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