"ESTUDIO DE LA FE"
Todo creyente sabe lo que significa luchar con la fe. ¿Tengo suficiente confianza en Dios? ¿Se hubiera sanado si yo hubiera confiado más en Dios? ¿No me ascendieron porque me faltó fe? Si realmente confío en Dios, ¿por qué tengo estos pensamientos inclementes? Si mi fe es firme, Si actúo con fe, ¿no tendrían que aceptar a Cristo como su Salvador todas las personas a quienes testifico?
Tal vez el apóstol Pablo se refería a este conflicto cuando usó la frase: «La buena batalla de la fe» (1ª Timoteo 6.12). Para él, la batalla por la fe no estaba limitada al ministerio. Aunque las iglesias pioneras de Asia deben haber tenido muchos conflictos con la fe, la «buena batalla» de Pablo se refiere más a su relación total con el Señor Jesús. Pablo admite que la fe ha sido una batalla, una buena batalla, cuando en los últimos momentos de su vida escribió desde la prisión, consciente de que podrían ejecutarlo en cualquier momento.
Quizá para nosotros sea un paso gigantesco aceptar el hecho de que existe algo llamado «buena batalla». La presente cultura no cree que haya mucho por lo que valga la pena luchar. Sin embargo, sí lo hay: la fe.
¿Por qué molestarse en luchar por la fe? ¿Por qué la batalla por la fe es una buena batalla?
Porque:
• Cualquier cosa que se haga sin fe nunca va a agradar a Dios (Hebreos 11.6).
• La gracia se alcanza sólo por fe (Efesios 2.8).
• Todos poseemos la capacidad de tener fe (Romanos 12.3).
• La fe es uno de los dones del Espíritu Santo (1ª Corintios 12.7–11).
• Nada es imposible cuando se tiene fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza (Mateo 17.14–21).
La batalla por la fe es una buena batalla.
La Biblia es clara en su enseñanza acerca del poder de la fe. Sin embargo, muchos creyentes están confundidos respecto a ella. Esta confusión se debe en parte al papel que desempeñan los diferentes ministerios de «fe». Algunos ministran con efectividad, mientras que otros parecen utilizar la fe de tal manera que hacen al hombre amo de su destino, en vez de reconocer a Dios como el Señor Soberano.
Pero aunque no existieran enseñanzas y maestros polémicos, aún habría lucha en el campo de la fe. ¿Por qué? Porque, corriendo el riesgo de ser muy simplista, la fe tiene un enemigo. En realidad nuestra fe tiene dos enemigos: Nosotros mismo y Satanás.
Satanás emplea muchas estratagemas en su ataque sobre nuestra vida. Pero tal vez le sorprenda saber que el enfoque de su ataque está dirigido casi exclusivamente a nuestra fe. Él sabe muy bien que si puede quitarle la efectividad a su fe, usted será ineficaz. Quiere derrocar su fe (lea 2ª Timoteo 2.18).
Satanás no será el causante de toda su lucha por la fe. Parte de ella será por su propia «naturaleza» humana. La fe requiere oír, tomar decisiones, arrepentirse y aprender. Estos son retos en los que no interviene el diablo. Como él sabe cuán difícil puede ser la «buena batalla de la fe», procura influir con sus mentiras en nosotros.
Se nos puede engañar fácilmente, y como Satanás es ingenioso, resulta decisivo que asimilemos la Palabra de Dios para el cultivo, crecimiento y evaluación de nuestra fe. Nuestra fe se vivifica por medio de su Palabra (Romanos 10.17), y con ella peleamos contra el enemigo (Efesios 6.17).
Durante este estudio de la Palabra de Dios, nos haremos muchas preguntas importantes sobre la fe:
• ¿Puedo pedirle a Dios cualquier cosa, y mientras tenga la fe correcta, obtener lo que pido?
• Si creo, ¿puedo estar seguro de que mis hijos serán salvos?
• ¿Puede garantizarme la fe que no sufriré dolor o enfermedades?
• ¿Existe alguna posibilidad de que mi falta de fe provoque la ira de Dios?
Llegar a tener «plena certidumbre de fe» es algo por lo que vale la pena luchar la buena batalla de la fe. Busquemos el camino de la fe de acuerdo con la Palabra de Dios.
Cuando el año 1814 empezó, tropas de suecos, cosacos, alemanes y rusos estaban a media hora de marcha de la ciudad de Sleswick. Noticias terribles del comportamiento de los soldados venían desde el campo cada día. Se pensaba que el ataque final llegaría la medianoche del 5 de enero, que se acercaba.
En las afueras de la ciudad, en el lado por donde venían los enemigos, había una casa solitaria, y en ella había una anciana creyente, que estaba orando seriamente con las palabras de un antiguo himno, para que Dios levantase una muralla alrededor de ellos, para que el enemigo no pudiera atacarles. En esa misma casa vivían su hija, viuda, y su nieto, un joven de 20 años. Él oyó la oración de su abuela, y no pudo evitar decir que no comprendía cómo ella podía pedir algo tan imposible como que un muro se construyera alrededor de la casa para librarlos del enemigo. La anciana añadió:
- "Sin embargo, ¿piensas que si fuera la voluntad de Dios construir una muralla alrededor de nosotros, sería imposible para Él?
Llegó la terrible noche del 5 de enero y a la medianoche los soldados empezaron a entrar en todos lados. La casa de la que hablábamos estaba cerca de la carretera, y era mayor que las casas que estaban cerca, que eran solo casas muy pequeñas. Sus habitantes miraban con ansias o temor cómo los soldados entraban en una y otra casa para pedir lo que quisieran; pero todos pasaron de largo de su casa.
Durante todo el día había habido una terrible nevada (la primera del invierno) y hacia la noche la tormenta se hizo tan violenta que apenas se reconocía con otros años.
Al final cuatro partidas de cosacos llegaron, porque la nieve no los dejaba entrar antes en la ciudad por otro camino. Esta parte de las afueras estaba un poco lejos de la ciudad misma. Las casas cercanas a donde vivía la anciana se vieron así llenas con 50 o 60 de estos hombres salvajes. Fue una noche terrible para los que vivían en esa parte de la ciudad, llena a rebosar con tropas enemigas. Pero ni un solo soldado entró en la casa de la abuela; y en medio de los gritos de alrededor ni siquiera se oyó un golpe en la puerta para asombro de la familia.
A la mañana siguiente, cuando salió el sol, vieron la causa. La tormenta había descargado una cantidad tal de nieve entre la carretera y la casa que no se podía llegar allí.
- "¿Ves ahora, hijo mío," -dijo la anciana- "que fue posible para Dios levantar una muralla alrededor de nosotros?".
Isofonías 3:17. El Señor está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.
Salmo 89:8. On Señor, Dios de los ejércitos, ¿Quién como tú?, Poderoso eres, Señor. Y tu fidelidad te rodea. Hermanos aquí un gran ejemplo como podemos pedir con fe a nuestro padre celestial. Pongamos en nosotros esa misma fe que tubo esa abuelita. LA FE POR OBRAS: Abraham en el Monte de Moria es el ejemplo supremo de la fe. Abraham fue el ejemplo mejor de un amigo de Dios. No hubo ninguna otra persona que fue elevada al nivel de Abraham. ¿Por qué escogió Dios a Abraham sobre otros hombres como Enós, Noé, José, Moisés, David, Elías, y Daniel? La respuesta a esta pregunta se encuentra en Santiago 2. En este capítulo Santiago define la fe. Para muchos leyentes las escrituras de Pablo no explican muy bien lo que es guardar la fe. Aún más, muchas personas, especialmente los que no han leído bien el libro de Santiago, han decidido que solo necesitas creer que eres salvo para serlo y que solo necesitas creer que iras al cielo para hacerlo. Santiago destruye esta lógica en su libro.
Santiago dice:
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:17-23).
Te di este pasaje entero para que veas la transición entre fe falsa y fe definida por la obra de Abraham.
Primeramente, la palabra “obras” en el pasaje es sinónima con la obediencia. Cuando Santiago dice, “la fe sin obras es muerta,” quiere decir que la fe sin obediencia es muerta. La obediencia permita la eficacia de la fe.
Por segundo, Santiago compara la fe sin obediencia con la fe del diablo: “También los demonios creen...” Claro que creen. En un tiempo todos fueron ángeles. Claro que creen. La diferencia es que aunque creen, no obedecen. Tiene “fe sin obras.”
Por tercero, observa como Santiago reprende a todos los creyentes que tienen fe sin obediencia como los demonios. El los reprende por ser vanos y necios.
Para mejorar su caso aun más Santiago nos dirige hacia Abraham como el ejemplo supremo de la fe. “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” ¡Esa es fe verdadera! En ese momento las Escrituras fueron cumplidas y Abraham fue llamado amigo de Dios. Por medio de la experiencia de Abraham, la fe bíblica fue definida para toda la Cristiandad. Dios mandó a Abraham que llevara su único hijo para sacrificarlo en el altar. De nuevo, fue en este momento que la obedienAbraham obedeció inmediatamente y empezó su jornada al Monte Moriah para sacrificar a su hijo. Construyó el altar y puso la leña sobre él. Puso a Isaac en el altar e intentó matarlo.
Esta es obediencia perfecta. No es como la obediencia parcial del Rey Saúl cuando salvó la vida del Rey Agag y sus ovejas. La obediencia de Abraham fue perfecta.
La obediencia de Abraham también demostró fe perfecta. Abraham creyó que una vez muerto Isaac, Dios lo resucitaría porque le había prometido a Abraham que por medio de su simiente toda la tierra sería bendecida. Abraham tuvo fe perfecta que Dios haría lo que había prometido. Desde ese día, en cualquier momento que la fe pura y la obediencia perfecta se manifiesten en el mismo corazón la justicia de Dios será derramada sobre él. Todos los que han tenido esta experiencia son los verdaderos hijos de Abraham así como Jesús hable de Zaqueo (Lucas 19:9), y todos los que carecen de la fe de Abraham no recibirán la justicia de Dios así como el Rey Saúl.
Debemos confiar en Dios con todo nuestro corazón y obedecerle para recibir su justicia. Escudríñate ahora y ve si tienes la fe de Abraham para que la justicia de Dios pueda ser derramada sobre ti. El llamado de Abraham al sacrificio de Isaac (Génesis 22).
Finalmente, Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.
Conclusión:
Hemos terminado nuestras lecciones de fe. Al final, cuando estemos frente a Dios, nuestra fe será lo que le traerá honra y gloria. «Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo»(1 Pedro 1.7).
¡Y nuestra fe será probada con fuego! La figura en el texto griego es de un artesano que repetidamente calienta el metal, haciendo salir la «basura» (impurezas, escorias, residuos) al surgir a la superficie del metal derretido. ¿Cuándo sabe el artesano que ha terminado? Se nos dice que en la antigüedad, el refinador sabía que había terminado el proceso de purificación recién cuando podía ver claramente su propio reflejo en el oro.
De la misma manera, nuestro amoroso Señor Jesús será nuestro compañero fiel a través de toda prueba de fuego. Al someternos al tratamiento de nuestra vida en su presencia, al confesar las impurezas que van surgiendo por causa del calor de las circunstancias, El removerá con amor toda la «escoria» de nuestras vidas. Al margen de cuánto hayamos avanzado en el proceso, un día glorioso nos encontrará frente a Él. Al haber removido la última de las impurezas, veremos su imagen perfeccionada: «Seremos semejantes a El, porque le veremos tal como Él es» (1 Juan 3.2).
Entonces mi hermano o hermana, crezcamos en la fe y en Cristo: ¡Quizás nuestra fe, probada por fuego, sea hallada en Él con toda la alabanza, la honra y la gloria!
Pablo escribió a los filipenses diciendo: Tengo a un Señor que dejó los cielos, se despojó de sí mismo y tomando forma de hombre se hizo obediente hasta la muerte de cruz, se humilló hasta lo más bajo y luego Dios lo exaltó hasta lo sumo, y un día toda rodilla se doblará y confesará que Jesucristo es el Señor.
Tal vez el apóstol Pablo se refería a este conflicto cuando usó la frase: «La buena batalla de la fe» (1ª Timoteo 6.12). Para él, la batalla por la fe no estaba limitada al ministerio. Aunque las iglesias pioneras de Asia deben haber tenido muchos conflictos con la fe, la «buena batalla» de Pablo se refiere más a su relación total con el Señor Jesús. Pablo admite que la fe ha sido una batalla, una buena batalla, cuando en los últimos momentos de su vida escribió desde la prisión, consciente de que podrían ejecutarlo en cualquier momento.
Quizá para nosotros sea un paso gigantesco aceptar el hecho de que existe algo llamado «buena batalla». La presente cultura no cree que haya mucho por lo que valga la pena luchar. Sin embargo, sí lo hay: la fe.
¿Por qué molestarse en luchar por la fe? ¿Por qué la batalla por la fe es una buena batalla?
Porque:
• Cualquier cosa que se haga sin fe nunca va a agradar a Dios (Hebreos 11.6).
• La gracia se alcanza sólo por fe (Efesios 2.8).
• Todos poseemos la capacidad de tener fe (Romanos 12.3).
• La fe es uno de los dones del Espíritu Santo (1ª Corintios 12.7–11).
• Nada es imposible cuando se tiene fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza (Mateo 17.14–21).
La batalla por la fe es una buena batalla.
La Biblia es clara en su enseñanza acerca del poder de la fe. Sin embargo, muchos creyentes están confundidos respecto a ella. Esta confusión se debe en parte al papel que desempeñan los diferentes ministerios de «fe». Algunos ministran con efectividad, mientras que otros parecen utilizar la fe de tal manera que hacen al hombre amo de su destino, en vez de reconocer a Dios como el Señor Soberano.
Pero aunque no existieran enseñanzas y maestros polémicos, aún habría lucha en el campo de la fe. ¿Por qué? Porque, corriendo el riesgo de ser muy simplista, la fe tiene un enemigo. En realidad nuestra fe tiene dos enemigos: Nosotros mismo y Satanás.
Satanás emplea muchas estratagemas en su ataque sobre nuestra vida. Pero tal vez le sorprenda saber que el enfoque de su ataque está dirigido casi exclusivamente a nuestra fe. Él sabe muy bien que si puede quitarle la efectividad a su fe, usted será ineficaz. Quiere derrocar su fe (lea 2ª Timoteo 2.18).
Satanás no será el causante de toda su lucha por la fe. Parte de ella será por su propia «naturaleza» humana. La fe requiere oír, tomar decisiones, arrepentirse y aprender. Estos son retos en los que no interviene el diablo. Como él sabe cuán difícil puede ser la «buena batalla de la fe», procura influir con sus mentiras en nosotros.
Se nos puede engañar fácilmente, y como Satanás es ingenioso, resulta decisivo que asimilemos la Palabra de Dios para el cultivo, crecimiento y evaluación de nuestra fe. Nuestra fe se vivifica por medio de su Palabra (Romanos 10.17), y con ella peleamos contra el enemigo (Efesios 6.17).
Durante este estudio de la Palabra de Dios, nos haremos muchas preguntas importantes sobre la fe:
• ¿Puedo pedirle a Dios cualquier cosa, y mientras tenga la fe correcta, obtener lo que pido?
• Si creo, ¿puedo estar seguro de que mis hijos serán salvos?
• ¿Puede garantizarme la fe que no sufriré dolor o enfermedades?
• ¿Existe alguna posibilidad de que mi falta de fe provoque la ira de Dios?
Llegar a tener «plena certidumbre de fe» es algo por lo que vale la pena luchar la buena batalla de la fe. Busquemos el camino de la fe de acuerdo con la Palabra de Dios.
Cuando el año 1814 empezó, tropas de suecos, cosacos, alemanes y rusos estaban a media hora de marcha de la ciudad de Sleswick. Noticias terribles del comportamiento de los soldados venían desde el campo cada día. Se pensaba que el ataque final llegaría la medianoche del 5 de enero, que se acercaba.
En las afueras de la ciudad, en el lado por donde venían los enemigos, había una casa solitaria, y en ella había una anciana creyente, que estaba orando seriamente con las palabras de un antiguo himno, para que Dios levantase una muralla alrededor de ellos, para que el enemigo no pudiera atacarles. En esa misma casa vivían su hija, viuda, y su nieto, un joven de 20 años. Él oyó la oración de su abuela, y no pudo evitar decir que no comprendía cómo ella podía pedir algo tan imposible como que un muro se construyera alrededor de la casa para librarlos del enemigo. La anciana añadió:
- "Sin embargo, ¿piensas que si fuera la voluntad de Dios construir una muralla alrededor de nosotros, sería imposible para Él?
Llegó la terrible noche del 5 de enero y a la medianoche los soldados empezaron a entrar en todos lados. La casa de la que hablábamos estaba cerca de la carretera, y era mayor que las casas que estaban cerca, que eran solo casas muy pequeñas. Sus habitantes miraban con ansias o temor cómo los soldados entraban en una y otra casa para pedir lo que quisieran; pero todos pasaron de largo de su casa.
Durante todo el día había habido una terrible nevada (la primera del invierno) y hacia la noche la tormenta se hizo tan violenta que apenas se reconocía con otros años.
Al final cuatro partidas de cosacos llegaron, porque la nieve no los dejaba entrar antes en la ciudad por otro camino. Esta parte de las afueras estaba un poco lejos de la ciudad misma. Las casas cercanas a donde vivía la anciana se vieron así llenas con 50 o 60 de estos hombres salvajes. Fue una noche terrible para los que vivían en esa parte de la ciudad, llena a rebosar con tropas enemigas. Pero ni un solo soldado entró en la casa de la abuela; y en medio de los gritos de alrededor ni siquiera se oyó un golpe en la puerta para asombro de la familia.
A la mañana siguiente, cuando salió el sol, vieron la causa. La tormenta había descargado una cantidad tal de nieve entre la carretera y la casa que no se podía llegar allí.
- "¿Ves ahora, hijo mío," -dijo la anciana- "que fue posible para Dios levantar una muralla alrededor de nosotros?".
Isofonías 3:17. El Señor está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.
Salmo 89:8. On Señor, Dios de los ejércitos, ¿Quién como tú?, Poderoso eres, Señor. Y tu fidelidad te rodea. Hermanos aquí un gran ejemplo como podemos pedir con fe a nuestro padre celestial. Pongamos en nosotros esa misma fe que tubo esa abuelita. LA FE POR OBRAS: Abraham en el Monte de Moria es el ejemplo supremo de la fe. Abraham fue el ejemplo mejor de un amigo de Dios. No hubo ninguna otra persona que fue elevada al nivel de Abraham. ¿Por qué escogió Dios a Abraham sobre otros hombres como Enós, Noé, José, Moisés, David, Elías, y Daniel? La respuesta a esta pregunta se encuentra en Santiago 2. En este capítulo Santiago define la fe. Para muchos leyentes las escrituras de Pablo no explican muy bien lo que es guardar la fe. Aún más, muchas personas, especialmente los que no han leído bien el libro de Santiago, han decidido que solo necesitas creer que eres salvo para serlo y que solo necesitas creer que iras al cielo para hacerlo. Santiago destruye esta lógica en su libro.
Santiago dice:
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:17-23).
Te di este pasaje entero para que veas la transición entre fe falsa y fe definida por la obra de Abraham.
Primeramente, la palabra “obras” en el pasaje es sinónima con la obediencia. Cuando Santiago dice, “la fe sin obras es muerta,” quiere decir que la fe sin obediencia es muerta. La obediencia permita la eficacia de la fe.
Por segundo, Santiago compara la fe sin obediencia con la fe del diablo: “También los demonios creen...” Claro que creen. En un tiempo todos fueron ángeles. Claro que creen. La diferencia es que aunque creen, no obedecen. Tiene “fe sin obras.”
Por tercero, observa como Santiago reprende a todos los creyentes que tienen fe sin obediencia como los demonios. El los reprende por ser vanos y necios.
Para mejorar su caso aun más Santiago nos dirige hacia Abraham como el ejemplo supremo de la fe. “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” ¡Esa es fe verdadera! En ese momento las Escrituras fueron cumplidas y Abraham fue llamado amigo de Dios. Por medio de la experiencia de Abraham, la fe bíblica fue definida para toda la Cristiandad. Dios mandó a Abraham que llevara su único hijo para sacrificarlo en el altar. De nuevo, fue en este momento que la obedienAbraham obedeció inmediatamente y empezó su jornada al Monte Moriah para sacrificar a su hijo. Construyó el altar y puso la leña sobre él. Puso a Isaac en el altar e intentó matarlo.
Esta es obediencia perfecta. No es como la obediencia parcial del Rey Saúl cuando salvó la vida del Rey Agag y sus ovejas. La obediencia de Abraham fue perfecta.
La obediencia de Abraham también demostró fe perfecta. Abraham creyó que una vez muerto Isaac, Dios lo resucitaría porque le había prometido a Abraham que por medio de su simiente toda la tierra sería bendecida. Abraham tuvo fe perfecta que Dios haría lo que había prometido. Desde ese día, en cualquier momento que la fe pura y la obediencia perfecta se manifiesten en el mismo corazón la justicia de Dios será derramada sobre él. Todos los que han tenido esta experiencia son los verdaderos hijos de Abraham así como Jesús hable de Zaqueo (Lucas 19:9), y todos los que carecen de la fe de Abraham no recibirán la justicia de Dios así como el Rey Saúl.
Debemos confiar en Dios con todo nuestro corazón y obedecerle para recibir su justicia. Escudríñate ahora y ve si tienes la fe de Abraham para que la justicia de Dios pueda ser derramada sobre ti. El llamado de Abraham al sacrificio de Isaac (Génesis 22).
Finalmente, Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.
Conclusión:
Hemos terminado nuestras lecciones de fe. Al final, cuando estemos frente a Dios, nuestra fe será lo que le traerá honra y gloria. «Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo»(1 Pedro 1.7).
¡Y nuestra fe será probada con fuego! La figura en el texto griego es de un artesano que repetidamente calienta el metal, haciendo salir la «basura» (impurezas, escorias, residuos) al surgir a la superficie del metal derretido. ¿Cuándo sabe el artesano que ha terminado? Se nos dice que en la antigüedad, el refinador sabía que había terminado el proceso de purificación recién cuando podía ver claramente su propio reflejo en el oro.
De la misma manera, nuestro amoroso Señor Jesús será nuestro compañero fiel a través de toda prueba de fuego. Al someternos al tratamiento de nuestra vida en su presencia, al confesar las impurezas que van surgiendo por causa del calor de las circunstancias, El removerá con amor toda la «escoria» de nuestras vidas. Al margen de cuánto hayamos avanzado en el proceso, un día glorioso nos encontrará frente a Él. Al haber removido la última de las impurezas, veremos su imagen perfeccionada: «Seremos semejantes a El, porque le veremos tal como Él es» (1 Juan 3.2).
Entonces mi hermano o hermana, crezcamos en la fe y en Cristo: ¡Quizás nuestra fe, probada por fuego, sea hallada en Él con toda la alabanza, la honra y la gloria!
Pablo escribió a los filipenses diciendo: Tengo a un Señor que dejó los cielos, se despojó de sí mismo y tomando forma de hombre se hizo obediente hasta la muerte de cruz, se humilló hasta lo más bajo y luego Dios lo exaltó hasta lo sumo, y un día toda rodilla se doblará y confesará que Jesucristo es el Señor.
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